martes, 13 de julio de 2010

6 meses después; lecciones aprendidas, reflexiones obligadas

Una mañana como la de hoy, día 13, recibía una llamada de Miryam, nuestra compañera de sede central, quien es toda una institución en la organización y a la que agradezco la gran labor que lleva realizando durante más de una década con una paciencia envidiable.

La noche previa, antes de irme a dormir, revisé el correo y luego, casi por rutina, entré también a leer el periódico, encontrando la terrible noticia del terremoto que se había producido a las 23:53, hora española, en Haití. Me quedé impactada y, después de leer la noticia en varios medios, busqué cómo se llegaba hasta la isla. Me acosté pensando en la situación de horror que estaría viviéndose en aquellas tierras lejanas y pensando que Miryam me llamaría para venir. Así fue, con su voz dulce me comentó algo relativo a la sede canaria, creo recordar, y acto seguido me dijo: "por cierto, estamos formando un equipo para salir a la emergencia de Haití, ¿irías?". Y como había estado pensando en esta posibilidad largo rato en la noche, no dudé ni un instante en darle un sí como respuesta.

A lo largo de estos 6 meses, más de 180 días, he realizado tareas de distinto tipo. Desde las puramente asistenciales del primer mes integrada en el equipo de Médecins du Monde-Francia con el que recorría los campamentos de Puerto Príncipe, botiquín a la espalda y en mano, sorteando escombros, en algunos casos, para asentarnos en un huequito en el que poder hacer cientos de curas profundas cada día y alucinando con las reacciones de la gente, que con su capacidad de supervivencia y ganas de salir adelante toleraban de forma heroica el dolor, el miedo y la incertidumbre. Hasta otras más de gestión y coordinación del equipo, como en las que estoy enfrascada ahora.

Equipo materno-infantil, tras recibir su formación.

34 expatriados y expatriadas y más de 30 haitianos y haitianas han ido conformando este equipo que desde el principio me sorprende por su capacidad de adaptación, por su inmenso corazón y por sus ganas de apoyar a la sociedad de este país que, aún hoy y por mucho tiempo, vive sumido en una inestabilidad que crea desesperanza en muchas personas a lo largo de esos cientos de campamentos cada vez más deteriorados por el efecto del tiempo, el sol, el viento y la lluvia, que un verano más, no perdonan.

Entre todos estos compañeros y compañeras siempre hay quienes nos marcan por su saber hacer, por su saber escuchar, por su apoyo, por tirar del carro cuando los demás se vienen abajo y es que, nadie dijo que vivir esta experiencia del lado de las y los humanitarios fuera fácil.

Lentitud desesperante

El fin de semana, entre un montón de artículos sobre el mundial de fútbol, aparecía uno que analizaba la situación haitiana, a un paso de cumplirse el semestre de la catástrofe y me pareció que reflejaba muy bien lo que estamos viviendo. Hablaba de la lentitud desesperante con la que evolucionan por aquí las cosas, de la consecuente frustración que esto tiene para nosotros y nosotras y, como no, de la tensión social que se va creando en algunos campamentos en los que la gente ve salir el sol una vez y otra sin que un día se diferencie demasiado del previo.

Es irremediable que, de pronto, ante estampas de ese tipo, nos planteemos si estamos haciendo lo que debemos, si deberíamos estar siguiendo otra estrategia, si por fin el Gobierno tomará las riendas y planteará sobre la mesa esos famosos planes que mencionan en los periódicos locales, pero… ¿Quién no se ve sobrepasado por una catástrofe de estas dimensiones? ¿Quién no tiene dudas? ¿Quién tiene una receta mágica con la que coordinar todos los esfuerzos y dirigirlos hacia lo realmente importante, dejando a un lado las iniciativas que, además de consumir recursos, viciar las dinámicas de funcionamiento cotidiano de la sociedad y o ser un mero venir para la foto, no sirven para mucho, con todo mi "no respeto" a quienes anteponen su ego y su "yo estuve en Haití" a las necesidades reales de la población?

En este babel de idiomas y filosofías, de clusters y proyectos de diversa índole, de cientos de personas que van y vienen, de caos normalizado… me he permitido parar y mirar atrás, pensar en la situación que vi en el hospital la primera vez que lo pisé y en lo que hay ahora. Me ayuda el pensar en los pasos firmes que con esfuerzo y trabajo de equipo hemos ido dando, el mirar el shelter de madera con base de cemento que ahora alberga la hospitalización pediátrica y la sala de partos que permiten a niños, niñas y mamás una atención digna. También el acudir a las sesiones de formación a las que motivados por el aprendizaje acuden más de 20 profesionales cada semana, el ver regresar de la montaña al equipo que realiza la atención en los dispensarios cada día, el que Irene me cuente que en el campamento de Brija los peques ya tienen una tienda a modo de escuela, que la formación en apoyo psico-social ha ido bien… Al contrario, el que las autoridades sanitarias no estén más implicadas y sean más partícipes, garantizando así mejoras en algunos aspectos como la presencia continua del personal que está cansado de cobrar irregularmente, nos hace sentirnos demasiado solos y solas y responsables de una carga que, como mínimo, deberíamos compartir entre ambas espaldas.

Seguiremos en la brecha, luchando por el derecho a la salud y a una vida digna para haitianos y haitianas, porque puedan acceder a unos cuidados materno-infantiles con unos estándares mínimos de calidad, porque el personal profesional tenga los conocimientos y recursos que permitan llevarlos a cabo, porque la población sepa más sobre cómo prevenir enfermedades y mejorar sus hábitos, porque sus voces sean escuchadas pese a todos los mundiales del mundo. Pero nadie dijo que fuera fácil.

Este es mi peculiar homenaje, con todo mi cariño y respeto, a quienes han estado, están y estarán sobre el terreno con camisetas de un color u otro. O sin ninguna, con sus manos, ayudando a sus vecinos en el caso de los que tienen la desgracia de sobrevivir a la catástrofe y verse sumidos en el panorama desolador que viene después. Todos ellos y ellas dando lo mejor de sí, haciendo que, siempre a un paso más lento del esperado, la situación avance. Nadie dijo que fuera fácil, pero queda mucho por hacer, así que...

¡Animo y pa’ lante!

Nota: Se recomienda escuchar cada día algo de ritmo positivo y motivador tipo Viva la vida, de Coldplay y pensar en los avances hechos, que nos impulsen para saltar los obstáculos que, indudablemente, vendrán.

1 comentario:

  1. Hola, Pino.
    Buenas aportaciones veo en este blog que no había tenido tiempo de leer con detenimiento. Das a entender mucho de lo que podemos desconocer y lo que hay detrás de todo un equipo de trabajo.
    Felicidades por tu labor y los que contigo colaboran allá donde se necesita.
    A seguir así, paisana.
    Saludos.
    Yeray Falcón.

    ResponderEliminar