jueves, 28 de enero de 2010

Cuánta fortaleza

Ya tengo una tienda de campaña, aunque con la cama tipo militar y el saco dormía muy bien viendo las estrellas.

Hoy me ha tocado algo así como descanso activo, pues no he ido a los barrios con la clínica móvil, si no que he estado apoyando a la coordinadora sanitaria, yendo a supervisar el trabajo en algunos puntos de atención sanitaria ya fijos, en tiendas y con personal haitiano, además de ir a entregar medicamentos y materiales.

Luego estuve diseñando unos materiales para facilitar la puesta en marcha de ese tipo de puestos de salud para en los próximos días formar al personal local que trabajará en ellos.

Otra actividad diaria es la puesta al día de las mochilas y maletines que llevamos: las ordenamos, reponemos el material utilizado y envasamos los medicamentos. Estos vienen en botes de 500 o 1.000 comprimidos, los cuales generalmente venden fundaciones o empresas socialmente comprometidas a un bajo coste, pero sin que ello suponga una menor calidad.

Los separamos en pequeñas bolsas en la cantidad que se precisará para un tratamiento completo y con pictiogramas que facilitan su toma a cualquier persona, independientemente de su idioma o nivel de alfabetizacion. Esto facilita mucho la tarea en la clínica móvil y es una forma más correcta de manipular los medicamentos, pues en los propios barrios se hace dificil respetando las normas de higiene y conservación.

Me siguen llamando la atención algunas colinas en las que las pequeñas casas de una planta parecen haberse borrado al azar, como si hubiesen pasado una goma sobre una lámina dibujada.


Al haberse roto tuberías, se ve cómo fluye el agua calle abajo. En distintos puntos las mujeres aprovechan para lavar la ropa, los niños y niñas para jugar y todos para bañarse.

El ingenio, ya de por sí habitual en lugares como éste, se ve agudizado en los campamentos. La gente aprovecha cualquier cosa para hacerse un hueco en el que vivir, los niños y niñas para hacerse juguetes: una botella acostada a la que le unen unos tapones con alambre a modo de rueda y una cuerda para tirar de ella como si fuera un coche, un aro metálico que empujan con un palo…

En cada esquina vemos puestos –una tabla y algo sobre lo que sentarse– de venta de fruta y verdura, de caña de azúcar, de zapatos… Alguien que trata de obtener materiales de las casas derrumbadas para poder hacerse una chabola, otros que van y vienen con cubos de agua, muchos que hacen cola para obtener alimentos en los puntos de distribución de las organizaciones humanitarias.

Me sigue pareciendo increíble la fortaleza de estas personas, incluso en el contexto de nuestro trabajo ¡Cómo soportan tanto dolor! Vienen con heridas y fracturas que tumbarían a cualquiera, pero ellos y ellas llegan por su propio pie.

1 comentario:

  1. LA verdad es que es admirable, y no me lo puedo imaginar, sin embargo estoy orgullosa, y te lo he dicho muchas veces de tener a alguien como tú en mi vida, y que otros puedan disfrutar de tu buen hacer

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