lunes, 22 de marzo de 2010

Haití amanece

Hoy, firma invitada.

Le cedemos un espacio a Teresa, psicóloga del equipo, que desea compartir estas impresiones.

"5:00 de la mañana, todavía no clarea y los haitianos y haitianas ya se afanan en su aseo personal. Cantan miles de gallos, ladran cientos de perros y poco a poco, a medida que el sol le levanta, comienzan a llegar cánticos provenientes de una iglesia evangélica cercana, cuyo primer servicio comienza a las 7 y dura hasta las 10:30. Las vecinas también cantan, muy bien por cierto, mientras trajinan en el jardín.

La vida comienza temprano en Haití.

Hoy es domingo y por delante de la puerta de la casa de Médicos del Mundo pasa la gente con ropa de domingo, de un blanco radiante. Van al servicio religioso o a misa. La actividad principal del sábado o del domingo, dependiendo del culto, es participar en un acto religioso, porque la población haitiana es creyente, muy creyente.

La noche anterior también se escuchaba música. Haití es mayoritariamente joven y los viernes y sábados por la noche la gente se reúne para bailar compa, el ritmo preferido, una música que recuerda a la salsa, a la cumbia, a la guaracha, pero que no es ninguna de ellas, y siempre más suave, como las personas aquí. En las calles se ven parejas jóvenes, adolescentes, en medio de un revoloteo de sonrisas, miradas y deseos. La vida, con toda su fuerza.

Ayer pasamos por el hospital para acompañar a una compañera médica. Un muchacho de no más de 13 años salía acompañado de un joven, apoyado en sus muletas; un pie amputado. Duele pensar en ese chico, para el que las dos actividades favoritas de los chavales haitianos estarán vedadas: el fútbol y el baile.

Otro compañero nos pide que hablemos con un chico que le acompaña. Dice que está mal y que le vendría bien hablar con alguno de lo psicólogos. Le pido que nos enseñe el pueblo, y mientras nos va diciendo qué era cada edificio derruido, sin prisa pero sin pausa, y con mucho tacto, le pregunto. Su hermano, un año menor que él, 16 años, ha muerto mientras estaba en clase de piano. Era el músico de la familia. Dice que su madre no sale de casa y llora continuamente. Él tiene dificultad para respirar. Otro de sus amigos también ha perdido a un hermano, pero entre ellos no hablan de lo sucedido ni del dolor que sienten. Por pudor o por respeto. O porque la gente de este país se traga el dolor desde que, hace siglos, fue arrancada brutalmente de sus lugares de origen en los territorios del África occidental para ser esclavizada y explotada en las grandes plantaciones coloniales.

Le explico que lo que le sucede es normal, que no está enfermo, que está sufriendo y que le convendría expresar el dolor. En un cruce de calles, mientras algunas personas que pasan nos miran con curiosidad, estrechamos nuestras manos en silencio".

0 comentarios:

Publicar un comentario